La Crónica: Rusia 0 - España 3

Supongo que sería de recibo empezar esta crónica con una clásica contextualización marcada por los 24 años de España sin jugar una final de Eurocopa, pero no lo voy a hacer. No lo haré porque todavía sigo embriagado, ebrio, me atrevería a decir, de buen fútbol. Llegar a una semifinal como esta y ver que sobre el campo se proyecta una diferencia total entre los dos equipos no pasa todos los días. De hecho, lo que no sucede o no había sucedido en muchos años de historia futbolera era ver a la selección española como principal gestora de la poesía balompédica de un torneo. Sí, no es un sueño, parece que el jolgorio levantado por el “podemos” se ha materializado en las botas de estos 11 gladiadores, sin olvidar a los reservas de lujo, que nos están acompañando por este paseo por las nubes, sin Keanu Reeves, por suerte, hasta el preciado Sol que se esconde tras la final del domingo.
Rusia venía de golear a la todopoderosa Holanda, con un Arshavin y un Pablyuchenko en estado de gracia y como únicas referencias en ataque. El 4-4-2 de Hiddink, esta vez con el interior Zyrianov en su haber, perseguía borrar del mapa el ya clásico 4-1-3-2 de Aragonés tal y como hizo con la “naranja mecánica”, pero poco podía imaginar este buen holandés, y mejor entrenador, que delante se encontraría con otro espectáculo de la Roja, hoy, por cierto, luciendo un bello y augurador dorado.
Desde que la pelota se ha puesto en circulación, el partido ha dictado sentencia. España salía con hambre, con ganas de golear de nuevo a esta reveladora Rusia para llegar a la final y dar muerte a los invulnerables alemanes. Como siempre, Xavi ha sido el director de orquestra, aunque en la primera mitad ha faltado más presencia de Iniesta para conectar con Silva y algo más de recorrido para Capdevila, que no ha arriesgado demasiado pese a tener espacio. Sí que ha sido, en cambio, la parte de Ramos. Gran partido del madridista, portentoso en cada una de sus acciones por la banda y solvente en la neutralización de Arshavin, al cual ha borrado del partido después de unos intentos del jugador del Zenit por buscar a Pablyuchenko en el área. Entretanto, Torres se movía por el área rusa con mucha inteligencia, abriendo espacios y cazando balones gentilmente para inventar jugadas de ensueño que no han terminado en gol En general, pues, España ha dominado el juego, pero con alguna que otra contra poco intimidatoria de los rusos por medio de Shemchov, encargado de sacar rápido el balón.
El drama lo ha puesto Villa, que en un disparo de falta ha sufrido una pequeña lesión que le ha obligado a abandonar el césped y dar entrada a Cesc. Han sido momentos de cierta tensión y nervios por los aficionados, con el 0-0 todavía candente y paradas in extremis de Casillas, y de impotencia y rabia de Villa, que desgraciadamente tiene muchos números de perderse la final del domingo. Sin embargo, nadie imaginaba que la entrada del areñenco jugador del arsenal alejaría los fantasmas en cuestión de minutos. Porque su presencia, junto a unos Xavi e Iniesta pletóricos, ha sido determinante para consumar la fastuosa victoria acontecida en los siguientes 45 minutos.
El control de la primera mitad ha mutado en una primorosa tiranía en la segunda, que ha dejado a los rusos sin ninguna opción. Senna ha vuelto a demostrar porque es una pieza fundamental de Pellegrini en el Villarreal y Capdevila, ahora sí, ha dado la razón de nuevo al “Zapatones”, justificando su más que digno papel en este equipo. El primer gol surgiría, de nuevo, de una genialidad de los codiciados y talentosos medios del Barça, Iniesta y Xavi, que ha terminado con un caño del de Terrassa a Akinfeev.
El segundo, a cargo de Güiza, ha nacido de un suave toque que ha elevado el esférico ahí donde el portero nunca logra atraparlo cuando se adelanta. Había salido por Torres, de la misma forma que Xabi Alonso lo había hecho por el otro Xavi. Cerca del final, Silva ha completado el festival con un tercer gol que, visto lo visto, ha hecho más que justicia al encuentro. Y es que los rusos han desaparecido literalmente del campo, sólo tocaba y tocaba España en una suerte de tiralíneas mágico y perfecto.
España está en la final por auténticos méritos propios, con un juego que está maravillando a toda Europa. Alemania siempre es Alemania, de acuerdo, pero no sé hasta que punto la dicha de Gary Lineker podrá contrarrestar este torrente de fútbol y goles que encarna el equipo de Luis Aragonés. El domingo, finalaza.
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