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Fuera de juego

20 años no son nada

 

Alvy Singer.

Alex Ferguson fue un feliz y discreto goleador en la liga escocesa primero, después héroe local y finalmente un récord global. ¿Cual es el secret del éxito de Ferguson? ¿Su alergia a retiro? O quizás la calma de sus jefes ante la calamidad misma (la de sus tres temporadas iniciales en el Manchester, sin títulos), que le permitieron ir construyendo un equipo con paciencia y hoy en día se considera, como muchas cosas en hipocresía disfrazada de idealismo de esquina y sartén, todo un ejemplo, pero a admirar bien lejos, que eso de imitar no es bien para el club.

 

Fue en la fiesta de cumpleaños de Sir Alex Ferguson (que lista la Inglaterra que nombra caballeros a quienes ganan ligas y levantan hombretones con coeficiente de baberos) que apareció en tono amistoso y delator Arséne Wenger. El Otro. El único que ha consegudo imponerse a un modelaje de fútbol exprés y rápidos fichajes en el que hay nuevos descubrimientos día tras dia, construyendo un equipo a partir de Henry y Vieira, y deshecha la estrella que ha ido por sus fueros (los del sueldazo, la imagen y la higiene, la del afeitado es una gran metáfora) y marchado el aguerrido sostiene equipos al retiro triste que es el Inter, va y sorprende con un equipo carente de estrellas (es decir, tiernas historias de niños brasileños que hacen birguerías y demuestran una técnica que luego desaprovecharán, con el paso del tiempo y el peso del dinero) capaz de hacer que toda su plantilla pueda ser fichable, y teniendo a toda Europa suspirando.

 

Pero es el simpático Ferguson y Wénger el caballero de gestas a perder. El Arsenal ha sido quien ha caído abatido ante el aluvión táctico de Benítez y antes cayó con el terremoto azulgrana (en su peor partido de champions, como suelen ser las finales). Pero Ferguson se mantiene recto, dispuesto a continuar y a aplazar, una vez más su retiro. Para jolgorio de todos, y disimulando su abierta afición por la escuela portuguesa que tan buenos resultados le está dando (Cristiano Ronaldo, estrella construida pigmaloniescamenete por su entrenador, como ya hizo Wénger con Thierry Henry y ahora Nani, y más), con la veteranía de gente como Scholes o Giggs, dando muestras de que es capaz de reunir viejas y nuevas glorias para crear un equipo potente, casi legendario. Como él. Uno expresa el casi por el directo de lo acontecido. Seguramente el paso del tiempo pintará a Ferguson, ya casi un retrato de si mismo, como el mejor. Pero para eso todavía faltan muchas hogueras, desastres y despedidas.

 

Mientras John Carlin encarga obligaciones a la liga española, la de fichar al señorito Ronaldo, para que luego muchos añoren la extranjería, en su texto no se da cuenta de la última de las pasiones de Ferguson. Los jugadores portugeses. Y en esto me doy cuenta de la dificultad de descubrir otra estrella que no sea la que ahora brilla, y en que Fergusón, por un lado, y Wénger por el otro, mejores astrólogos que tácticos, que para eso ya tienen a Rafael Benítez, español demasiado belicoso para terminar en su tierra y ahí esta su club anterior, el Valencia un paso obligatorio para los desterrados, sean simpáticos o no. Pero es temible la amenaza de Carlin porque el humor no le disfraza la ausencia de escepticismo y es que su profecía asegura que la liga española terminaría como la escocesa. Y la tierra que vio marchar a Sir Ferguson debería mantenerse al menos tan alta y lejana como es proceder. Pero salió entonces a escena el inglés que vive en un reinado y ya se sabe que éste sin sus súbditos poca cosa puede ser más.

 

Entonces el sábado fue un Chelsea más luchador que elegante el que tumbó al equipo de Feguson. No hubo entonces en la prensa excesivos enfados con el entrenador más bien con sus jugadores. Y uno se pregunta si es que Ferguson salió sin titular más que nada por aquello de la derrota al tiempo, nunca fue tal pero no hay mejor engaño, o porque gustan los diarios ingleses de hasta siendo groseros y penales mantenerse higiénicamente empíricos. Ya fuera por eso entonces que a Ferguson no lo venció ni la derrota misma, que pareciera que lo tenia fácil en ese combate pero es engañoso, porque la estadística es siempre sincera.

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